domingo, 28 de septiembre de 2008

Glub, glub, glub ...

Tengo varios amores, convivo con todos y me resulta imposible renunciar a ninguno ni decantarme por alguno en particular. Cada cual me ofrece sus dones en circunstancias y momentos diferentes... y yo me dedico a disfrutarles... y a agradecerles, naturalmente. Hoy hablaré del más resbaladizo, de ese que se me escapa entre los dedos.

En una ocasión, rellenando un cuestionario, me preguntaban cuál era mi lugar favorito. Respondí: “El que me hace encontrarme, un santuario natural que visito a menudo al que bauticé como “cala de Dios” pues sólo un gigantesco escultor podría haber cincelado, pacientemente, tanta belleza a la orilla del mar”. Ese lugar se encuentra en el parque de Cabo de Gata.

También nado con frecuencia. Cuando es posible lo hago en el mar, pero por obvias razones climatológicas no me queda otra que hacerlo generalmente en una piscina, ya que me interesa también desde la perspectiva deportiva y no sólo emocional. Inevitable realizar varias piruetas delfinescas tras cada sesión natatoria para, finalmente, dedicar un tiempito a respirarme bajo el agua en posición fetal. ¿Intentando quizás rememorar la otrora estancia en el líquido amniótico... el paroxismo de la felicidad tal vez? No lo sé pero no importa -en este caso- el “por qué” sino el “qué”. Y se trata de un "qué" ancestralmente mágico pues se traduce en sentir que se está más, más allá del plancton, mucho más allá, dentro de la respiración, en un espacio imparcial de belleza donde suena la música de nuevo y se encuentra un lugar para danzar otra vez. Inspirar, espirar, inspirar, espirar y a lo lejos un latido aproximándose que reclama todo lo que una es... pon-pon, pon-pon, pon-pon, pon-pon ..
.
.
Me viene en este instante a la memoria cómo me bautizó no hace demasiado la tía de una amiga, en una semana que pasé como invitada en su casa de la playa de Aguilas: “Pescaillo”. A lo que yo apostillaba... ¡pececillo! si acaso, que aún no ha habido anzuelo que me pesque. Claro que razón no le faltaba a la encantadora mujer pues me pasaba el día en el agua. Llegada a este punto supongo no resultará del todo extraño que me declare como vocacionalmente sirena. Amo tanto el mar que en algún momento creo verme escamas en la piel. ¿Quizás secuelas de alguna vida anterior? Si no fuera porque ya no creo (bueno, casi no creo) en los cuentos de hadas juraría que hice un pacto con la malvada bruja Ursula, permutando mi cola por unas piernas de mujer.

Le amo.
Le amo cuando, desde su calma, me susurra llegando a entonar una nana.
Le amo en momentos de jolgorio en los que repiquetea con bravura.
Le amo incluso aún más en los días grises, lluviosos, en los que parece hecho de mercurio, densificándose para contrarrestrar mi levedad.
Le amo porque sus fondos albergan una belleza insultantemente escandalosa.
Le amo por su transparencia, que sólo opaca la intervención de la mano humana.
Le amo por concentrar su majestuosidad en una sola gota de agua.
Le amo por su silencio y por su grito.
Le amo por su vocación de puente invisible pues, aunque medien distancias inmensas, acaba uniendo diferentes orillas.
Le amo, sí... acantiladamente.

Le conozco y me conoce. Y sin embargo nunca he hecho submarinismo... a pulmón una pizca quizás. Pero mentalmente sí he estado (estoy habitualmente) a metros más... más abajo o quizás debiera decir más allá de lo común.

Volviendo a lo tangible... una vez alcanzamos los treinta metros en las tripas de la tierra. Allí, con las luces apagadas, el silencio y la oscuridad más absolutos, y por supuesto la respiración, eran los soberanos. Reinaba la PAZ en mayúsculas sólo rota minutos después por un compañero que bromeó a propósito de lo que sucedería si las linternas se quedaran sin batería. Ni que decir tiene que el comentario fue detonante para que los presentes nos pusiéramos las “pilas” e iniciásemos el ascenso de inmediato; por si acaso. Y tengo la osadía de asegurar que se trató de una experiencia muy, muy similar a la de respirarse bajo el agua... salvando las distancias que el medio impone claro.

Al mismo tiempo comparto, no sólo como reflexión existencial sino también literalmente, la esencia del poema aquel de José Angel Valente que reza... “No estamos en la superficie más que para hacer una inspiración profunda que nos permita regresar al fondo. Nostalgia de las branquias.”

¿Has bailado alguna vez con peces... con medusas?... ¿Te has vestido con el encaje espumoso de las olas? Yo sí... y continúo haciéndolo. El mar, Don mar, uno de mis amantes, de esos que me convierten en... polígama, transgresora legal y hasta pecadora social.
.
.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Hasta siempre

Buen viaje ...
.
chico de mirada y talento felinos.
Y de corazón grande, según se cuenta, se dice, se rumorea.
.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Simultaneidad emocional

Hoy estoy muy contenta porque Ana ha comenzado a ejercer de maestra infantil y está -según sus palabras- ¡superfeliz!, además de particularmente ilusionada porque ¡es tutora de pequeñecos de 0 a 2 años! Ya le he dado la enhorabuena en persona y ahora lo hago aquí.

Pero, egoistamente ...
.

hoy estoy triste porque la misma Ana, también nuestra profesora de danza oriental, se ve obligada ante las novedades a abandonar sus clases de baile en el Centro de la mujer, ¡snif, snif! Lo bueno es que al menos nuestra clase privada se mantiene ya que puede ajustar horarios. ¡Bien! .

.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Huellas

Me gusta ir al Centro Andaluz de Fotografía sin saber qué encontraré allí, como ayer. Pero antes de adentrarme en el arte que contienen sus paredes, ineludiblemente tengo que hacer una mención infantiloide.

Ir a su servicio me encanta porque... ¡hay magia potagia! Bueno, lo que en realidad sucede es que la instalación eléctrica está automatizada de tal modo que abres una puerta y se enciende la luz, abres la siguiente e ídem. Además su limpieza es inmaculada y huele que parece un jardín en vez de un retrete. Aunque tengo que confesar que la verdadera razón de que me divierta como pequeña peque es porque al ser de estética tan minimalista, con predominio de blanco y metal, cuando estoy dentro me siento como si me encontrara en... en... ¡“2001 odisea en el espacio”!, que “Alien” como que no me inspira y ahorita no me viene a la mente otra película de ciencia ficción (a la magnífica “Blade runner” me la reservo para otra ocasión en la que explayarme). Como si viajara en una nave espacial, vaya. Debo tener una imaginación desbordante porque en ese instante hasta creo verme vestida con mono metalizado y todo (influencias de los tópicos). Pero es que incluso el “sonido ambiente” (ejem, hilo musical) se asemeja al que supongo en la “Voyager”, por poner un ejemplillo. ¿Será controlado por HAL? Vale... ¡stop, stop!

A lo serio... se expone “Huellas” de Humberto Rivas alguien a quien, según tengo entendido, se le conoce como “el fotógrafo del silencio”. Maravilloso sobrenombre... y certero a juzgar por las imágenes que capta con su retina.

“Huellas” es un paseo por los surcos, las muescas que el tiempo dejó –desde la guerra civil- en quienes la vivieron y en los espacios que fueron testigos -cuando no cómplices involuntarios- de fusilamientos, de muertes, de huída, de búsqueda de refugio, de la tragedia que supone una guerra. Y, sobre todo, de la renuncia al olvido porque precisamente cuando se otorga a lo vivido su lugar en la memoria, es cuando se logra que el recuerdo no se convierta en una insoportable carga. Un paseo lento, a veces incluso detenido, por rostros humanos y escenarios de Belchite, Corbera d’Ebre, Figueres, Cabo de Gata... paisaje rural, calles desiertas, lugares abandonados, casas en ruinas, puertas ciegas y sillas vacías que muestran el vestigio de un conflicto bélico...

.

(Cabo de Gata)


.





¿Cómo veo las fotografías de Humberto cuando las miro?
De entrada me resultan silenciosamente parlanchinas. Suena contradictorio sí, lo sé. Sencillas a la par que cargadas de intensidad. Sobrias en su majestuoso blanco y negro. Me han parecido unas imágenes extrañas. Una especie de mezcla entre un estar vivas y un estar muertas. Es... como si el autor se hubiera situado en el instante de atraparlas justo entre la intersección de ambos estados, en algo similar a un limbo. Así las he experimentado. Lo que no deja de ser una gran paradoja pues intuyo a un fotógrafo preocupado por la transformación que provoca el paso del tiempo, reflexionando sobre él, sobre ese pedazo que ocupa la distancia que hay entre principio y fin. Quizás sea que la totalidad del tiempo en realidad no es más que eso, una intersección entre vida y muerte...

.


Dos vueltas a la sala di, deteniéndome particularmente en los retratos de los supervivientes... escrutándolos, intentando descubrir un poco de su verdad. Tal vez inventándome sus experiencias, acertando quizás en algún detalle, o incluso en un drama completo... quién sabe. Enfrentándome a aquellas miradas con la pátina de la mía propia. Rostros casi sin gesto y sin embargo tan, tan expresivos en la memoria de lo vivido años atrás... Caras humanas en su realidad más absoluta, sin fondo, sin manipulación alguna. Un clic del fotógrafo claro, directo... y ya. Conté trece rostros frontales, uno de ellos con torso, el de José Mª, mutilado, especialmente impactante. Trece y uno más, de espaldas. Mostrando la nuca... que no es sino el reverso del rostro. ¿Cuántas recibirían disparos?

Y ahí permanecí... mirando miradas, o su ausencia, detenidas en la tragedia...

.


(José Mª)

.



(Filo)


Concluyendo... seguir las “Huellas” de Humberto Rivas supone evocar al tiempo y a su eco. A su inexorable transcurrir, con una guerra de por medio, que no distingue personas de edificios, ni de paisajes. Y en su conjunto... todas no son sino un monumento a la memoria...



(Eduardo)


Y visto que me ha gustado, me declaro comisaria y la traslado a una sala de exposiciones que creo sobre la marcha en el Cabaret “La luciérnaga”, lugar que nació para albergar luz -y su correspondiente sombra como es el caso de la fotografía- proceda de donde proceda.
.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Si no ...

Si no me amas, te mataré.
Si no me amas, haré que me ames.
Si no me amas, esperaré que me ames.
Si no me amas ... yo te amaré.

(Alejandro Jodorowsky)
.
.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Eternidad

Hay un aroma de siglos ...

en el jardín de los instantes.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Qu'est-ce que c'est?

Esto es un blog... ¡ugggg, se me atasca la palabra en la garganta, se me enreda entre los dedos!
Y un país de las maravillas.
Y un otoño cuajado.
Y un mar de dudas.
Y un río de certezas.
Y otro mar, de agua (o glub, glub, glub...)
Y unos puntos suspensivos.
Y un brindis (o ¡chin chin!).
Y un espejo.
Y una memoria (desmemoriada a veces).
Y un grano de arena.
Y una mujer (que intenta ser persona).
Y un sí.
Y un no.
Y un plumero.
Y una lágrima.
Y una sonrisa.
Y una declaración... de intenciones y atenciones.
Y unas densas levedades.
Y una espada (de madera).
Y una siembra.
Y un delirio.
Y un suspiro... con vocación de eternidad.
Y un tatuaje mental (o varios).
Y una metáfora.
Y un bla, bla, bla.
Y una pausa.
Y un arco iris.
Y un sendero.
Y un Cabaret.
Y un “rew”.
Y un cuadro.
Y un grito.
Y un silencio.
Y una plegaria.
Y un té humeante.
Y un suspiro.
Y una tarde de lluvia en casa.
Y otra tarde dejándose llover en la calle.
Y un micromundo de macrosentimientos.
Y una sinfonía.
Y un azul.
Y un cofre del tesoro.
Y un refugio.
Y una tonada.
Y una caminata descalza.
Y otra con botas de montaña.
Y un montón de papelitos, papelotes y papelones.
Y una esperanza. (que se lama J.R.)
Y un cine.
Y un deseo.
Y un ayer.
Y un hoy.
¿Y un mañana?
Y, aunque de forma incompleta, esto... soy yo.
.
.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Bon appétit!

¡Hora de comeeeeeerrrr!

De primero ensaladilla...

que además de tener doble nacionalidad (oriunda de Rusia y afincada en el sur peninsular) es tremendamente feliz (alegre, que prefiero decir yo).

Acompañada por unas croquetas caseras...

que huelga decir están ricas, ricas, riiiiiicaaaassss.

Y de postre una flor. ¡En serio!...

Ejem, en realidad es helado con forma de rosa. ¡Hummmmmm! delicioso colofón gastronómico.

¡Buen provecho!

Pd. Aunque el menú es exacto a la realidad, he hecho un poco de trampa con las dos últimas imágenes pues las he cogido de la red. Sin embargo la ensaladilla que aparece... ¡decorada con estas manitas!... e ingerida por esta pancita. Ejem, por esta boca que después la transporta a la panza.

.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Descanso

Aunque no del todo ...

.