lunes, 29 de junio de 2009

Ojos que se cruzan

De camino a la cafetería donde desayuno hay una tienda en la que tienen de todo, o casi; exceptuando alimentación, aunque disponen de galguerías. Y si no lo tienen lo encargas, que te lo traen. Después de tantos años de paso... soy cliente y un poco “amiguilla” de la cajera que, casualmente, es hija de Doña Paca, la señora que me ha convertido en... la Virgen de la Perpetua Levedad, ¡ains!

El hermano del propietario es un señor ciego, de unos sesenta años, con el que en alguna ocasión he conversado ya que suele pasar allí las mañanas. Antes de llegar, se dedica a recorrer varias veces la amplia calle perpendicular al establecimiento. Va caminando con su bastoncillo moviéndolo de derecha a izquierda y dice que esa es su... “rutina de ejercicios”.

Siempre que me cruzo con él, que suele ser con frecuencia, le digo: "¡Buen día!", así vaya por la acera opuesta en cuyo caso alzo la voz para que me escuche. Y sin pararnos responde igualmente, con alegre energía por lo general.

- “¿Por qué le saludas si no te ve?”, me han preguntado.
- “Porque yo sí le veo”, he respondido.
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