miércoles, 27 de octubre de 2010

Levepropósito de enmienda

(O propósito de leveenmienda, tanto da).

Me encanta el cine clásico. Muy mucho. Ya siendo pequeña me fue enganchando. Recuerdo que frecuentemente veía películas con mi madre y casi siempre le preguntaba:

. Leve.- Mamá... ¿Cómo se llama ese actor?
. Máter.- Cary Grant.
. Leve.- ¿Y se ha muerto?”...
...
. Leve.- Mamá, ¿quién es esa actriz?
. Máter.- Vivian Leigh.
. Leve.- ¿Y se ha muerto?...

Así prácticamente con todos. No sé de dónde diantres me venía aquella fijación ¿gótica? (exclusivamente con individuos perteneciente al mundo actoral, conste), pero junto al nombre era lo único por lo que solía preguntar, je.

Me gustan los dramas, los melodramas, las comedias... toditos los géneros de aquel maravilloso blanco y negro. Bueno, y no pocos títulos en color también. El caso es que de un tiempo a esta parte me asalta con frecuencia una escena de una de aquellas películas. Concretamente “Tuyos, míos, nuestros”, deliciosa historia interpretada por Henry Fonda, viudo padre de diez hijos, y Lucille Ball, viuda con ocho hijos. Como no podía ser menos se enamoran. Y como ídem... Helen y Frank intentan salir por piernas cuando descubren el relevante dato de... la suma de sus descendientes. Y como reídem... no pueden resistirse a ese amor y finalmente se casan, formando una enoooorrrrme familia que deberá lidiar con los numerosos problemas cotidianos y la impepinable logística que acarrea semejante... “ejército”.

Al principio, naturalmente Helen representaba la enemiga para los vástagos de Frank, y Frank era el mal personificado para el linaje de Helen. El día que la invita a cenar en su casa, para que se conocieran (¡pobre mujer, no sabía lo que le esperaba!), una de las pequeñajas ve cómo se acerca a la puerta y pegando la nariz en el cristal de una ventana decreta: “¡Mala... tiene cara de mala!”...


Y esta escena es la que últimamente me invade. ¿Por qué? Porque justo eso quiero que se diga de mí. A ver, me explico...

En alguna que otra ocasión me han comentado que soy “buena persona” para calificarme. O definirme. Incluso “muy buena persona”. Y suelo matizar: “No... no soy buena persona. Sólo soy alguien que intenta ser persona y, eso sí, en no pocas ocasiones requiere esfuerzo”.

Va a sonar bien raro lo que sigue a continuación pero intentar ser persona, lo que comúnmente la mayoría denomina “ser buena persona” (o “ser güena”, para abreviar), es uno de mis grandes defectos, si no el que más. Lo peor es que creo que se trata de una tara de fabricación. Y sospecho que cuando las piezas vienen de serie, resulta difícil prescindir de ellas... ¡cachis-en-la-mar-salá!

Porque, damas y caballeros, por lo general cuando se está hecho de esta pasta antepones siempre, o casi, el bienestar del resto al tuyo lo cual te lleva a cometer excesos en tu propio detrimento. Así que... reconfortante vale, pero ¿productivo? ¡NO, NO y NO! Diría incluso que lo contrario.

De modo que, tras un notable acumulamiento de varios-varios y un autoanálisis levesintáctico y levemorfológico (:-D), llevo algunas semanas con un férreo propósito de enmienda que consiste en pasar del personal (trátese de quien se trate) y no de mí. O mejor dicho: ser la prioritaria prioridad para mí misma y mi mismidad, peeeeero... no dejo de “traicionarme”. Pues sí queeeeeee...

Como muestra un botón... digo una lesión. El fin de semana estaba en mi calita de dios cuando veo que llega un hombre de mi quinta, cojeando considerablemente. Parecía tener gran dificultad para apoyar un pie, que en realidad tenía pinta de pata de elefante por la hinchazón del tobillo. Mi imaginación comenzó a especular ante lo que, por otra parte, parecía evidente:

. Date... se ha debido caer al bajar la montaña y se ha hecho un esguince del copón, mínimo. ¿Cómo va a volver a subirla, de nuevo bajar la otra ladera y recorrer los dos kilómetros de distancia que hay hasta la zona de aparcamiento? ¡Vamos a tener que recurrir a “Protección Civil" para que se acerquen desde el pueblo en lancha a recogerle! Sí, vale... desbordante imaginación pero es que esa pierna no era humana... ¡era de paquidermo!


Entonces, alguien en mi interior comenzó a hablar:

. Aspirante a mala.- Amoavé, Levecita, ¿qué puñetas haces pensando en ese hombre y encima anticipándote de esa manera, que incluso ves una película con rescate marítimo de por medio?... ¡Si hasta piensas en marcar el 112 en el teléfono!
. Leve.- Esteeeee... buenoooo... es que mira cómo tiene el tobillo... ¿Cómo va regresar si apenas puede caminar?
. Aspirante a mala.- Ese no es asunto tuyo. Ocúpate de tus cosas.
. Leve.- Tienes razón... ¿qué hago metiéndome en lo que no se me llama?

Así que me tumbé y me giré hacia el otro lado porque... “ojos que no ven, corazón que no siente”, que dice el refrán. Pero de repente, casi sin darme cuenta, iba caminando en dirección al accidentado con otro diálogo interno:

. Aspirante a persona.- “Hacer lo que hay que hacer”, recuerda...
. Aspirante a mala.- Ni caaaasoooo a esa tonta que te vuelve ídem y siempre te acaba liando. ¡Quieeeetaaaa parááááá...!

Demasiado tarde, ya le estaba preguntando al hombre: “¿Necesitas ayuda?”.

Resultó que el tipo prácticamente acababa de ser operado, pues había tenido un accidente escalando una pared de hielo (¡ops!).

. Leve.- Qué brutos sois los montañeros.
. Muchacho que cojea de lo lindo.- Ja, ji, jo... pues sí... me doy cuenta de que me he pasado un poco, porque me ha costado bastante llegar hasta aquí.
. Leve.- Pero... ¿cómo has podido recorrer tanta distancia y, aún más alucinante, subir la montaña con ese tobillo?
. Muchacho que cojea de lo lindo.- Je... más trepando que caminando.
. Leve.- Claro... bueno, pues si te apañas solo... cuídate y que sea leve (je... ¡qué afán de protagonismo!) la recuperación.

Conclusión: ¿Alicia seguirá sin malicia... ever... forever... always?... ¿No me va a servir mi propósito de enmienda?... ¿Sin remedio, irremediablemente?... ¡¡¡MALDICION, RAYOS Y CENTELLAS!!!

En serio que es algo que quiero cambiar... De hecho lo estoy intentando desde hace ya un tiempo (lo de postulante a “femme fatale” tenía que ver con esto y no con trocarme en una devoradora de hombres)... ¡pero no me sale! A ver... no quiero ser muy-muy-muy mala... sólo una miaja mala. Digamos lo suficiente como para, por ejemplo, permanecer indiferente ante un individuo que camina con dificultad por su megahinchado tobillo (salvo que grite un S.O.S)... O que me importe un bledo cómo se sentirá alguien si le devuelves una dosis de su propia medicina nociva que repartió previamente... ¡Y de paso olvidarme un poco de Gandhi y su filosofía-anti-ojo-por-ojo! Tampoco es tanto... ¿no?

De manera que se admiten sugerencias, preceptores, instructores, profesores, maeses, senseis, experimentados en materia, decentes docentes... porque... ¡nunca es tarde si la dicha es buena! Digo... ¡si Leve es mala! :-P


O "Maléfica", je. Ya puesta, a base de entrenamiento...

.

3 comentarios:

  1. "Amoavé Levecita"... ¡un poco de organización! que no consigues nada "siendo mala" indiscriminadamente, como un pollo sin cabeza.. No te va a ocasionar ningún perjuicio interesarte amablemente por el explorador Pie de Elefante (aunque lo de organizar mentalmente el operativo de rescate aeronaval, ¡ya es pasarse!). Quizás no se trate tanto de "ser mala", sino de no precipitarte a la hora de confiar en la gente. Pero vamos, tampoco así puedes evitar las sorpresas desagradables.. como bien sabemos todos a estas alturas.

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  2. Para ser mala no puedes ser leve.

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  3. Amoavé, Víctor, que aquí el que ha desplegado al ejercito con portaviones incluido es usté. Yo sólo pensé en una zodiac de protección civil, chiquitita ella, je.

    Y no me confunda usted lo de "confiar en", que esto no tiene nada que ver con tal menester. ¿No se habrá traído usted el concepto de otro lado? :-P

    Pero aprovechando tu apunte, ya lo cantaba Rubén Blades... la viiidaaa te da sorpreeesaaas, sooorrpresaaass te da la vida ¡ay Dios!...


    Amkiel... ¡Jopé!... ¿ni una miaja siquiera?... ¿Y si me vuelvo muy, muy, pero que muy deeeensaaaaa, densisisisíííma?

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