lunes, 30 de agosto de 2010

Leve-escepticismo

Cada día le veo menos futuro...

a eso de... la vida eterna.
(¡Ains!).

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domingo, 29 de agosto de 2010

A la vuelta de la esquina...

En cualquier momento, puede ocurrir que a gente ordinaria...

le suceda lo extraordinario.
Sólo hay que esperar.
Y creer.

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sábado, 28 de agosto de 2010

Taco...neando

Si se considera que he titulado la entrada como lo he hecho, si se tiene en cuenta que Almerialópolis, ejem… Almería se encuentra en Andalucía, cuna del flamenco, y que la ciudad está en fiestas en honor de la Virgen del Mar, cuya onomástica se celebra hoy, quizás el respetable pensará que me voy vestir de faralaes, colocarme una flor en el pelo y marcarme un zapateao’… ¡olé, arsa mi arma, tiriti-tran-tran-tran…! Y sí, pero no.

Un taco en México es una tortilla de maíz enrollada con algún alimento dentro.

Un taco en bricolaje es un pedazo de madera, metal u otra materia, corto y grueso, que se encaja en algún hueco.

Un taco en el léxico español, entre otras cosas, es una palabrota.

¿Pero qué es un taco(neo) en Maravillandia?

Se podría decir que en lenguaje oral soy “unabienhablá”. Esto es… no suelo hacer uso de vocablos soeces, groseros… palabrotas, en resumen. Peeeeero, no puedo negar que hay dos que brotan de mi interior de tanto en tanto. Aparte, claro, está la expresión “¡¡¡maldición, rayos y centellas!!!", que también la empleo en momentos críticos, creo que porque me recuerda a los enfados de tebeo y como que se suavizan con su presencia, je, independientemente del motivo que los provoquen. ¡Ah!... y también: "Estoy hasta las gónadas", o "hasta mi parte más idiosincrásica femenina", pero me resultan casi elegantes.

Si algo sale mal… fluye de mi garganta, con énfasis, esa palabra que se refiere a los excrementos y que no pienso reproducir aquí, que ya bastante mal me huele cuando me la escucho en voz alta. Ejemplo: “(¡…!), se me ha pasado el plazo para la inscripción!”.

Si algo sale bien… la que pronuncio es “joder”, arrastrando la “r”, dándole así rotundidad. En mí, es más casi una muestra de asombro positivo que de otra cosa. Ejemplo: “¡Joderrrrr, menudo baile te has marcado!”.

Estoy convencida de que lo mejor para librarse de malas energías es darse una buena sesión de ejercicio –con la consecuente creación/liberación de endorfinas- o en su defecto bailar un zapateao’... metafóricamente hablando. Es decir, a falta de ponerse de veras unos tacones y golpear fuerte en el suelo porque no es cuestión de cargarse al responsable de nuestro malestar (si lo hubiere), o por impotencia ante aquello que no se puede controlar pero fastidia, queda como potencial bálsamo el… taco-neo.

Y ayer, como consecuencia de llevar casi un mes sola en mi departamento, en el trabajo, con la impepinable ley de Murphy funcionando a tutiplén sucedió que, para mi absoluta sorpresa, amplié mi vulgaris vocabulum con un nuevo término, que por lo demás nunca me ha gustado sonoramente hablando. En boca de nadie, conste. Es que no es nada musical oigan.

En fin… mientras llega el relevo laboral y por fin puedo vacacionear… si falla mi taco(neo) tradicional, si ni la aplicación de una velocidad de 12 nudos a mis sesiones natatorias serena a la sirena, si en definitiva no me sirve todo lo demás… siempre me quedará vestirme de flamenca y soltar de nuevo el ¡coño! con que me estrené ayer. ¿Ven?... si es que no me pega ni pizca, pero si aliviaaa… ¡oléééé! :-D

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Inocencia

Que siempre haya un lugar en nosotros capaz de ver, en vez de una manos sucias…

unas manos llenas de tierra limpia.
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martes, 24 de agosto de 2010

Cliiinnn, cliinnn, cliiinnnn...

Por esto...

es que suenan en Maravillandia.
Y también lo hacen en mi hogar, dulce hogar...
 
porque, además, es un sonido sereniiiito... para sirenitas :-)
Pd. El vídeo... una  pequesecuencia de "¡Qué bello es vivir!".

domingo, 22 de agosto de 2010

Una imagen... y más de mil palabras

Hace un tiempito me regalaron una imagen. Al verla... tuve dos evocaciones.

La primera llegó por un pasaje de la hermosa novela “La mujer habitada”, de Gioconda Belli:

(...) Pero me animaba a danzar mi vida. Me cantaba versos que decían: «Toda luna / todo año/ todo día / todo viento / camina y pasa también. También toda sangre llega al lugar de su quietud»...


La segunda está relacionada con un episodio autobiográfico acontecido hace unos años que requiere previa introducción. Apenas me he maquillado a lo largo de mi vida y en consecuencia no sabía hacerlo. Porque pintarse una rayita en el ojo, echarse algo de colorete en el párpado (truco socorrido cuando no se es experta) y ponerse un poco de rímel en las pestañas (limpiando antes el cepillo con un clínex, que si no deja grumos que pa’ qué y parece que te han pegado un puñetazo) no te convierte precisamente en un Velázquez de rostros humanos. Mejor un Klimt, que me gusta más. Pero llegó un día en que tenía que salir a bailar a un escenario, vestida de odalisca, e instada por la profesora tocaba maquillarse mucho, mucho, muchíííísimo pues en caso contrario, y debido a la iluminación imperante en escena, corrías el riesgo de parecer la novia cadáver de Tim Burton...

No era plan :-)

La víspera de la actuación busqué en internet-e buenos ojos de danzarina oriental y cuando di con unos los suficientemente árabes de aspecto, intensos aunque no exagerados, ¡a imprimir! Pegué la fotografía al lado del espejo del baño y comencé la tarea de convertirme en copiona... ¡o intentarlo! Paso a paso: miradita a la fotografía, miradita a mí... y así sucesivamente. Tardé más de media hora, pero fue mucho más fácil de lo que esperaba, con el resultado final de parecer oriunda auténtica de El Cairo, como poco.

Al día siguiente preferí salir de casa ya maquillada y sólo tener que retocarme en el camerino, por si en el teatro me ponía nerviosa de más y la raya acababa como la espiral de la concha de un caracol, y no como la que llevaría cualquier pariente cercana de Cleopatra, que era la pretensión. Salió de lujo aquel “mi primer gran maquillaje” y me veía tan bien, y tan guapa aseguraba la gente, que animada por el respetable decidí dejármelo tras la actuación para la viruelta que nos dimos, aunque sólo fuera por amortizar un poco... “mi obra”. Incluso me dejé unos brillantitos que me había puesto en el rabillo del ojo... Con lo cual nadie podía negar que aquella noche… ¡mi mirada era todo fulgor! Y hasta aquí llega básicamente mi autoexperiencia con el maquillaje.

Pero hubo otra anteriormente en la que no fui la “artista” sino la “modelo” y es la que tiene que ver con la segunda evocación. Antaño solía acompañar a una amiga cuando iba a comprar cosméticos. Como es lógico, y por aquello de dar ejemplo, todas las dependientas de la perfumería estaban perfectísimas y notablemente maquilladas, aunque también con un aspecto natural. Una de ellas, a su vez amiga de mi amiga, siempre que me veía me insistía con la misma cantinela: “No te sacas partido... deberías maquillarte”. “¡Pero si voy maquillada!”, respondía yo... con mi rayita light en el ojo. Total... que en una ocasión ambas me convencieron y me presté a eso de... “sacarme partido”, con una condición: “¡De pintarme los labios ni hablar!”. “Mujer... no se te puede maquillar y dejarte los labios del color de tu piel”, dijo la profesional. “De acuerdo... pero que sea un tono que apenas se aprecie. Nada de encontrarme con un chorizo o berenjena por boca... ¡ehhhhhh!”.

Se puso a la tarea... que si no se qué corrector, que si base no sé cuánto, que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá... Nada más que uno de los lápices-sombra que me echó valía 5.000 de las antiguas pesetas (¡glubs!... pues sí que sale caro... “sacarse partido” pensé). Eran marcas buenas buenísimas por supuesto. Y pijas pijísimas, obvio. Cuando por fin acabó, la esteticista y mi amiga estaban sorprendidas y contentas. No paraban de decir lo guapísima que estaba y claro... quería comprobar en primera persona esa dosis extra de belleza externa que me había caído por obra y arte… del maquillaje. Me entregó un espejo de mano, lo coloqué delante de mí y... yo no estaba. Literalmente había desaparecido. Sí... se veía una mujer de aspecto muy sofisticado, pero... ¿adónde había ido yo a parar? Me busqué y me busqué... comprobé que efectivamente el maquillaje rozaba técnicamente la perfección y que había potenciado lo que más destaca de mi rostro: los ojos. Tanto los había potenciado que si grandes son de por sí... creí inicialmente que me había convertido en un personaje de Caperucita:

- Abuelita, abuelitaaaaa, ¿para qué tienes esos ojos taaaaan graaaandesss?
- Pa’ qué va a ser hija mía... ¡para veeeerrrrte mejor!


Tras zafarme de la imagen de levelobaferoz disfrazada de abuela seguí buscándome y entonces, sin lugar a dudas, me topé con un Pierrot

Estaba deseando quitarme aquella máscara, que no me correspondía e incluso generaba cierto malestar, pero esa noche salía de cena en grupo y mi amiga y la esteticista insistieron en que no lo hiciera, aunque sólo fuera para escuchar la opinión de los demás. Consideraban que no me veía por falta de costumbre. Tal vez tenían razón...

Llegue a casa y me puse frente a un espejo de cuerpo entero. De cuello para abajo sí era yo... pero ese rostro... seguía sin pertenecerme. No soporté no encontrarme, así que me fui directa al lavabo... y el arlequín sofisticado desapareció… ¿para siempre?...

Hay que ser muy valiente para atreverse a ser... quien se es. Pero, si cabe, hay que serlo aún más para ser quien no se es, aunque sea momentáneamente. Por eso siempre he creído que hasta los considerados malos actores, a nivel profesional o amateur, por el simple hecho de ponerse la piel de otro, buenos son. Y es que... puedo ser todas las que soy, pero tengo claro que no puedo, ni tampoco quiero, ser las que no.

Pues eso.

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miércoles, 18 de agosto de 2010

Recogiendo papeles

A lo largo de mi vida he conocido a tres “tipazos”. Ahora bien... ¿qué entiendo yo por “tipazo”? Un tipazo es, ante todo, un S.H.F. Es decir... un ser humano falible que comparte con la mayoría de miembros de su especie (independientemente del género ya que también existen “tipazas”, o “mujeres de bandera” que suena mejor) la perfecta imperfección humana, pero le diferencia del groso, y le hace formar parte de una minoría, el hecho de que es capaz de reconocer sus errores. Y además de ser capaz, lo lleva a la práctica. Se responsabiliza de ellos, sin pretender arrojar su autoría e inevitables consecuencias (si las hubiere) a otros, pasando así de consciente a valiente. E incluso trata de reparar, lo que le concede humildad frente a la arrogancia (Doña esta, por cierto, con la que me llevo fatá, fatá), a la par que le humaniza... en el sentido más positivo del término. En resumen... logra trascender la teoría de “disonancia cognitiva” sobre nuestra psique desarrollada por Leon Festinguer que, en atención a la naturaleza de la mente, pretende se comprenda su modus operandi aunque no se justifique ya que en paralelo existe el aprendizaje para paliar los... potenciales efectos de su funcionamiento. Y lo más importante: se esfuerza por ser justo en general, lo que no le exime de equivocarse a menudo. O puede que no con frecuencia, que es otra opción.

Trabajo con uno de esos tipazos. Su esposa, íntima amiga, fue la que nos unió y de rebote con él nació una amistad. He visto a sus hijos, ahora adolescentes, nacer y crecer. He compartido con ellos mucho. Y ellos lo han hecho conmigo. A título individual y a título conjunto. Distanciamientos y reencuentros incluidos. ¿Veinte años?... Sí, veinte. Por lo referido en el párrafo anterior... por su andadura vital, el tipazo en cuestión objeto de estas líneas se ganó mi admiración tiempo ha y desde entonces la ha mantenido... vía hechos; por su modo de estar en y con el mundo.

Sin embargo… hace un tiempito el tipazo perdió los papeles. ¡Y cómo! En el ámbito laboral, pero extendido a lo personal. Adivinen en... "contra" de quién “volaron” todos esos papelitos, papelotes y papelones. Afortunadamente ocurrió en público. Esto es... llegué a una reunión a la que se me convocó y nada más sentarme comenzaron a lloverme “folios” en tropel, algunos de un cortante que pa’ qué; parecían dagas en vez de hojas. Digo afortunadamente porque en según qué situaciones bueno es tener “testigos” de lo acontecido, por aquello de los San Benitos que se endilgan a quien refiere "verdades incómodas", pero que es necesario poner encima de la mesa en determinados momentos, defendiéndolas con rotundidad si es preciso. Y claro... hay que pagar un precio, sobre todo a medio y largo plazo. A veces muy elevado.


En una mezcla de sorpresa y mi apuesta esencial por no responder con violencia a la susodicha, tuve que respirar profundo para mantener la calma. No obstante, como quiera que se iba pasando ¿cuatro pueblos?, me vi en la necesidad de, con un par de contundentes frases, cortar su discurso y matizar que yo no era responsable en ningún caso de los conflictos personales y/o profesionales que pretendía endosarme. Enfrentarle a una realidad objetiva, en presencia de otros, le excitó aún más el ánimo. Al parecer resultó el equivalente a desarmarle y lo esperaba aún menos que yo el... “lanzamiento de papeles” con que me topé, je. Con franqueza, y considerando el cúmulo que tengo (a una pizca estoy del “síndrome de leve burnout”), no sé como aguanté el tipo. Bueno sí... mi tranquilidad era mayor que la suya lo que me permitió evitar que la cosa fuera a más, y por el bien común en definitiva opté por no echar leña al fuego. Como es lógico, tras la tromba, en el aire quedó un silencio que casi cortaba la respiración de toditos los presentes. El resto, atónito, no se atrevía a intervenir. Si hubiera que escoger una palabra que definiese lo sucedido, “incomprensible” sería probablemente la más acertada. Finalmente, movida más por mis emociones que por la razón, salí un momento al servicio... pa’ soltar tensión, que también la acumulé en cantidad considerable. De paso... alguna lagrimilla cayó en privado porque ... ¿qué le había pasado a mi amigo?... ¡¡¡que además es un tipazo!!!

Luego pensé, pues quedé bastante “tocada” durante un tiempo, que mi actual sensei (Mae West) me habría animado a marcharme prácticamente en cuanto él abrió la boca, dejándole con una expresión del tipo: “He venido a una reunión laboral, no a mi crucifixión. Así que ahí te quedas con tu cruz, tus clavos y tu cartelito de INRI. ¡Con dios!”. Pero resistí, así que a lo hecho... pecho.

Pasaron los días, las semanas... y aunque según mi opinión más tarde de lo debido...

. Tipazo.- Toc, toc... ¿tienes un momento?
. Leve.- Claro, pasa...

Se queda en el marco de la puerta y empieza a hablar, o más bien a “corre-hablar”. Le interrumpo y le invito a que nos sentemos, uno frente al otro, pues hay cosas que no se pueden hacer precipitadamente. Los ojos se le van para todos lados menos a donde deben dirigirse: hacia los míos. Comprendo que no debe resultarle fácil. Le tranquilizo... y empiezo a ayudar a que recoja... “sus papeles”. En cambio… yo no tengo la menor dificultad en no apartarle la mirada. Necesito además que ocurra lo que, supongo, ocurrirá.

Hablamos... explica, le entiendo, le pregunto... pide perdón, pero no logra mantener su mirada en línea con la mía de manera continua. Le expreso abiertamente mi teoría sobre los tipazos con la que comienzo esta entrada. Le informo de que él se encuentra entre los únicos tres que he conocido. Le doy gracias por demostrarme que... no me equivoqué al incluirle en ese minigrupo. Mientras el tiempo transcurre, cada vez sus ojos se aquietan más, buscando los míos… y encontrándolos. Acabamos la conversación de una media hora y me pide un par de besos (¡de mejilla eeeeehhhh!). La guinda de la paz. Se marcha a su departamento diciendo que… seguirá estando ahí...

Se produce un singular bienestar cuando se recogen papelitos, papelotes y papelones... aunque no sea uno quien los lanzó. Aunque se presienta que... ya nunca volverá a ser como antes. Pero el caso... es que se respira mucho, mucho mejor... como si una tonelada de peso que presionaba el alma se hubiera disuelto de repente. El tipazo ha hecho lo justo. Claro... por eso lo es.

O dicho de otro modo, puesto que Mudito habló... ¡un enano menos!


Ya iba tocando, ¡aiiiinsss!...

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jueves, 12 de agosto de 2010

Ex-levestelacultora

¡Tengo que devolver la cosecha!...


que, encima, esta es noche de Perseidas. ¡Qué poco dura lo bueno! San Lorenzo, San Lorenzo... ¡ya te podría haber dado la llantina en otro momento!... es que ni a posta oye. Pues sí queeee...
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miércoles, 11 de agosto de 2010

Levestelacultora

Ahora que el día se apaga y la noche se enciende... Ahora que el árbol del firmamento maduró a la luz y ya está dando su fruto... Con permiso...

Voy a recolectar algunas estrellas :-)

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martes, 10 de agosto de 2010

A la mesaaaaa...

Alimento para el alma es...


"Comer".
Ejem, leer.


Claro que otra opción, probablemente más recomendable, consiste en la ingesta de un menú menos pantagruélico.

Primer plato (o delicatessen)...


Segundo plato (o bocatto di cardinale)...



Postre (o ¡MMMmmmMMmmmmmMMmmMMmmm...!)...



¿Un licorcillo de hierbas? :-D

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sábado, 7 de agosto de 2010

(auto)Regalo de levecumplevida

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Mariquita, quita,
sobre los rosales
con su hermosa capa
llena de lunares.

Mariquita, quita,
pasea por las hojas
bien arropadita
con su capa roja.

¿Puedo cogerlas?
Pequeñas y bonitas
en mis levesandalias
quedan las mariquitas...
:-D



O customizando el poema "La mariquita", de Ana Mª Romero Yebra.

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miércoles, 4 de agosto de 2010

Llegó...

Llegó... cruzando oceános turquesas y cielos celestes ...


Llegó... allende los mares, con gran cariño enlazado...

(¡Grazie mille!)

Llegó... por su generosidad y sobre todo... ¡porque es una chica excelente!...


Mi amigüi, claro.

Esteeee... ¿y yo también hoy un poquito por aquello de que es mi cumplevida? :-)
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lunes, 2 de agosto de 2010

Levepropiedad conmutativa

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El orden de los factores...


SI altera el producto...


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